Como arboleda cansada
rindo pendón al invierno
extrañando una olvidada
emoción desde mi infierno.
Extrañando sus abrazos
acariciándome el alma
y los dulces arañazos
de su mirada en mi calma,
su risa resquebrajando
mi gris corazón de hielo
y mis dedos enredando
mil versos entre su pelo.
Extrañando el temporal
de miradas, nieve y sueños,
de un principio sin final,
de mil detalles pequeños
que, cual miguitas de pan,
alimentan pajarillos
en la triste alma de adán
que escondo en los estribillos.