Oigo tañer la campana
que me salva de mi mismo,
gusana de la manzana,
antídoto a mi cinismo
de sonrisita nerviosa
y miradita insolente,
capaz de rimar mi prosa,
de reirse del demente
que una vez lo apostó todo
al veintitrés y perdió
y aún ahogado en frío lodo,
sonrió a quien sonrió.
Oigo tañer tu campana
mientras me arrulla el olvido
y visto cada mañana
mi traje de descreido,
mi amarga risa ensayada,
mi "ya no me da la gana",
mi "lo quiero todo y nada",
mi alma, ya vieja y cana,
mi fe perdida al crecer,
mi promesa de ser fuerte,
mis heridas del querer...
¿Podrás tu cambiar mi suerte?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario