Aullando en Verso

Aullando en Verso

martes, 6 de agosto de 2019

Veranos

Pasa el verano trivial
mientras tu mente,
busca un recuerdo banal
benevolente,

que le obligue a respirar
entre sus risas,
que le deje descansar
entre las brisas,

de agónicos huracanes
que en otra edad,
llenaban con sus desmanes
tu vanidad.

Vientos que hoy son los bálsamos
de tu olvido,
que saben que nos buscamos
en lo escondido,

de los miradas salvajes
que nos quemaban,
entre besos sin bagajes
que alimentaban,

una piel de sal y miel
que suplicaba,
los abrazos de otra piel
que sollozaba.

El mismo calor de antaño
me quema a fuego,
y sigo sintiendo el daño
y el frío miedo

de desgranar tus ojitos
con mi mirada,
de sentirnos pequeñitos
sin sentir nada,

de engañarnos al calor
de un amor tierno,
que le abra paso al dolor
del duro invierno.

jueves, 3 de enero de 2019

Invierno

El tiempo arraca del pecho
un lamento triste y quedo,
un aullar roto y maltrecho,
un mundo fundido a miedo,

un abrazo que no sueltas
del dolor de aquellos besos
que siguen dandole vueltas
al tuétano de tus huesos.

El tiempo devastador,
verdugo de las miserias
del mísero jugador
que arranca de sus arterias

cualquier ahelo de amor,
al albor de mil eneros
ahoga en frio tu calor
sin atender a los peros

ni a súplicas, ni a razones,
ni a la sangre desangrada
del choque de corazones
que va del todo a la nada.

Es el sabor del invierno
que abriga pieles heladas
con el frío del infierno
de no cruzar sus miradas.






miércoles, 31 de octubre de 2018

Un cuento para ti

Ven y te cuento la historia
del fantasma condenado,
del espectro descarnado
que vaga en pena y sin gloria.

Ven y te escribo un relato
con tinta de sangre y frío
y en pago llena el vacío
de mi susto con tu trato.

Ven a recordar conmigo
los amigos que se fueron,
aquellos que tanto dieron
por arroparme en su abrigo.

En la noche en que el vaivén
del tren de los desatinos
me hiere con sus espinos,
si quieres un cuento, ven.





jueves, 26 de julio de 2018

Campanas

Oigo tañer la campana
que me salva de mi mismo,
gusana de la manzana,
antídoto a mi cinismo

de sonrisita nerviosa
y miradita insolente,
capaz de rimar mi prosa,
de reirse del demente

que una vez lo apostó todo
al veintitrés y perdió
y aún ahogado en frío lodo,
sonrió a quien sonrió.

Oigo tañer tu campana
mientras me arrulla el olvido
y visto cada mañana
mi traje de descreido,

mi amarga risa ensayada,
mi "ya no me da la gana",
mi "lo quiero todo y nada",
mi alma, ya vieja y cana,

mi fe perdida al crecer,
mi promesa de ser fuerte,
mis heridas del querer...
¿Podrás tu cambiar mi suerte?.





sábado, 25 de noviembre de 2017

Extrañando el temporal

Como arboleda cansada
rindo pendón al invierno
extrañando una olvidada
emoción desde mi infierno.

Extrañando sus abrazos
acariciándome el alma
y los dulces arañazos
de su mirada en mi calma,

su risa resquebrajando
mi gris corazón de hielo
y mis dedos enredando
mil versos entre su pelo.

Extrañando el temporal
de miradas, nieve y sueños,
de un principio sin final,
de mil detalles pequeños

que, cual miguitas de pan,
alimentan pajarillos
en la triste alma de adán
que escondo en los estribillos.

sábado, 15 de julio de 2017

De gigantes y molinos

Cual caballerita andante
de rasgos finos,
te empeñas en ver gigantes
tras mis molinos.

Yo me miro y solo veo
un Sancho Panza,
antihéroe de tebeo
de corta lanza,

que abandonó los entuertos
y las posadas,
de los caminos inciertos,
 en madrugadas

donde al final la princesa
monta el corcel,
del rufián que la embelesa
con su oropel.

Ya no quedan Dulcineas
en el Toboso,
donde un alma que canea
halle reposo,

solo hay la triste figura
que sobrevive,
buscando a su mal la cura
mientras escribe.



viernes, 14 de abril de 2017

Como agua entre los dedos

Por piedad denme un motivo,
que yo no encuentro razón
que me haga sentir que vivo
si ha muerto mi corazón.

Me desangro en lo que escribo
y a cada paso tropiezo,.
mientras con furia derribo
cada poema que empiezo

sintiendo que la he perdido.
No se como sucedió:
¿perder lo que no he tenido?
pues fue así, se me escurrió

como el agua entre los dedos
sin nunca saciar mi sed.
Malditos sean sus miedos
que levantan la pared,

eterna y definitiva,
entre su vida y la mía,
y maldito sea este escriba
que la quiere todavía.